La leyenda de la Hidra
En la mitología
griega, la Hidra de Lerna era una criatura similar a una serpiente.
Esta bestia acuática poseía numerosas cabezas –diversos poetas afirman que
tenía tantas cabezas que tornaba imposible la tarea de cualquier pintor que
quisiera retratarla. Además, contaba con una respiración venenosa que la hacía aún
más peligrosa.
La Hidra de Lerna
fue aniquilada por Hércules durante uno de sus doce trabajos. Su
guarida era el lago homónimo, situado en el Argolid. Aunque se especuló
que tal sitio habría existido en la Antigüedad Clásica, la arqueología ha
desmentido el mito de que este sitio sagrado era incluso más antiguo que la
ciudad de Mecenas, en Argos.
Cuenta la leyenda
que debajo de las aguas de Argolid existía una entrada al mundo subterráneo, y
que la Hidra era su guardiana.
Este animal
fabuloso descendía de Tifón, Equidna y –según Hesíodo, en su Teogonía– de la Diosa de la
Tierra, Gea. Se decía que la Hidra era hermana de Quimera y del Cancerbero.Al
llegar al pantano cerca del lago Lerna, sitio donde moraba la Hidra,
Hércules cubrió su boca y su nariz con un paño –para protegerse de los humos
venenosos– y tiró flechas de fuego para sacar a la bestia de su madriguera.
La
enfrentó con hoz en mano y la mató, tal como figura en algunas pinturas
arcaicas.
Se ha precisado
que esta criatura se veía favorecida por una reacción biológica: cada vez que
una de sus cabezas era cortada, surgían dos más en su lugar. Esta cualidad era
la expresión más acabada de la desesperación que generaba en cualquiera de sus
adversarios, aunque no en Hércules.
Los detalles del
enfrentamiento fueron narrados por Apolodoro. Cuando Hércules se
convenció de que no podría derrotar a la Hidra valiéndose de métodos
convencionales, pidió ayuda a su sobrino. Éste le propuso la idea
–probablemente inspirada por Palas Atenea– de utilizar trapos ardientes para
quemar los cuellos decapitados después de cada cercenamiento. Entonces Hércules
se dedicó a cortar cada una de las cabezas de la Hidra mientras su sobrino
quemaba los cuellos degollados y sangrantes.
Así, Hércules se
enfrentó a la última cabeza, la principal e “inmortal” cabeza de la Hidra,
aplastándola debajo de una gran roca que existía en el camino sagrado situado
entre Lerna y Elea.
Sumergiendo sus
flechas en la sangre venenosa de la Hidra, completó su segunda tarea.
Una continuación
de la leyenda indica que luego de cortar cada una de las cabezas de la Hidra,
Hércules bañó su espada en la sangre ponzoñosa y después quemó las cabezas
caídas para que no pudiesen volver a crecer.