Como la obtención de un amigo.
Para todas las personas obtener algo es algo que merece
esfuerzo y dedicación, no dejarlo solo en soñar sino en vivirlo, sentir el
momento en el que ese algo por el que tanto luchaste se dio solo por tu
esfuerzo y quizá, la ayuda de los que te apoyan.
Lo más difícil de obtener para las personas quizá sea un título,
conocimientos previos, dinero, un auto, amor, o tal vez un amigo. Quizá todas
las muchas personas quiten la última opción de sus cabezas o su lista de
quehaceres ya que tienen en sus mentes que hacer amigos es algo solo de
hablarles. En parte tal vez sea eso, pero existen razones más concretas y
profundas.
La niña de la que hablaremos era una de las personas que
pensaban en los amigos como algo de solo hablar, los consideraba cantidad. Ella
aún no tenía la edad suficiente para considerar amigo a alguien, ese era el
pensamiento de su abuela la cual se lo repetía cada vez en una frase “no se les
dice amigos a cualquiera que le hables. Si lo sigues haciendo te herirán y
dolerá… dolerá mucho.” Pero cuando somos menores pensamos en nuestros abuelos
como personas que quizá no aprendieron a disfrutar, no se divirtieron, o que
eran amargados, quizá no se nos cruzó por la mente ni un momento que ellos ya
debieron haber pasado por esto y que nos dan consejos de acuerdo a sus
experiencias. En resumen, pensamos en ellos como aguafiestas por ir en contra
de nuestra forma de pensar.
Cuando la pequeña niña aún tenía diez años tenía una “amiga”.
La había conocido desde que ella había entrado en ese nuevo colegio. Su pequeño
uniforme de falda azul marino y camiseta blanca le quedaba a la perfección. Jugaban
en el patio del colegio, corriendo de un lado a otro para no ser atrapadas por
el tiburón, hacían pijamadas en las que no duraban ni hasta la medianoche,
salían juntas, por supuesto con supervisión, y diversas cosas más.
Hizo falta un año más para que todo se acabara. Al pasar de
grado las separaron a las dos. La pequeña niña pensó que no importaba ya que
eran amigas y aunque no esté una a lado de la otra se verían en los recreos.
El primer día pasó tal y como lo planeó. Se sintió
afortunada por su mejor amiga. Pero al mes se comenzaron a alejar, ya no
hablaban como antes, apenas y cruzaban miradas, pero al hacerlo ella solo le
sonreía forzadamente a la niña que quería volver años antes para que todo sea
mejor.
Un día la pequeña niña no encontraba a su amiga por ningún lugar.
Por la preocupación decidió salir de clases a esperarla en la banca de madera
cerca de la puerta principal. Momentos después su mejor amiga llegó, estaba
feliz pero al cruzar la puesta y ver a quien la esperaba con tantas ansias su
sonrisa se borró de golpe, su rostro se puso tenso y serio, ignoró la mirada de
la niña y siguió de largó.
La niña pensó que quizá no la había visto o que estaba pensando
en algo y solo la miró mas no la vio. Ella la iba siguiendo detrás, hablándole de
diversas cosas y la otra no contestaba más que con un “ah” “sí” “no” “qué bien”.
Hasta que supo que había algo que creía no fallaría. “Te compro algo” le dijo,
y eso abrió paso a cada uno de sus días, distribuido en: amiga enojada,
comprarle algo, quedarse conmigo. Así lo pensaba, cada uno en unos pasos, pero
poco a poco se fue hartando, como cada persona normal. Hasta que llegó un
momento en que la niña que ella consideraba su mejor amiga se burlaba de ella,
hablaba a sus espadas de los secretos que ella le revelaba en esas pijamadas
que tenía de vez en cuando, pero llegó un momento en que su “mejor amiga”
comenzó a desquitarse con ella, no mediante palabras, sino mediante actos, golpeándola,
fuertemente, gritándole, ferozmente. Lo único que tuvo que hacer es soportarla,
ya que era su mejor amiga.
Pero llegó el momento en que ya no podía más seguir con eso
se defendió y dejó a esa niña que fue su mejor amiga por el momento irse. Y
aunque le dolió, mucho, demasiado, no quiso seguir atándose a alguien que no lo
quería.
Siguió con su vida, fue aprendiendo poco a poco de los
verdaderos amigos. Comenzó a llamar a todos diferente mas no amigos. Pensó en
los momentos en que llegaba a su casa llorando, sus pequeños cachetes
sonrosados y mojados por las lágrimas, directo a ver a su abuela, y aunque ella
se lo dijo muchas veces, no le importó, ahora siente perfectamente las razones
que su abuela tuvo para darle esos consejos. Obtuvo desgracia y sabiduría a la
vez. Pero supo que obtener un amigo no es fácil, peor los que son de verdad. Muchos
pasarán por su camino diciéndole “no soy igual” pero hasta que no se compruebe
no se creerá.
Esa niña ya no es la misma tonta de antes.
Creado por: Gabriela Liset Navarro Benitez.
Creado por: Gabriela Liset Navarro Benitez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario